De muy pequeño, se encontraba muy a gusto detrás de
la barra del bar.
Le gustaba
mirar los toros desde la barrera. A los 9 0 10 años ya hacía de camarero y
bajaba al subterráneo de Can Roca a rellenar las botellas de vino que se iban
consumiendo en las mesas.
En la Escola d`Hosteleria vio las posibilidades de
aquel oficio familiar. El señor Andreu, profesor del servicio de sala, le ayudó
a entender que el camarero era transmisor y transmitir significaba conocer a
fondo y estar preparado para todas las preguntas que el comensal pueda hacer
Terminada la escuela, entró en contacto con un
viticultor del Priorat, propietario de Mass Martinet y profesor de enología. Le
ayudó en la comprensión de la larga cadena de conocimientos que integran el
mundo del vino. la visión sistemática de quien tiene que explicar cada día a
los clientes la realidad de esta máquina de generar placer que es El Celler.
Quien conversa las bebidas y los manjares, los ilustra y los hace mejores: el
poder de la palabra, la magia de comunicar valores elididos.
"Si El Celler de Can Roca fuera un vino -nos
dice Josep- sería un cava. Un vino espumoso hecho aquí, bajo el sol
mediterráneo, con las tres variedades propias, de vieja raíz y nueva savia. Un
vino de base humilde (el restaurante de los padres, Can Roca, una excelente
casa de comidas populares) que se acoge a una segunda oportunidad, un cambio de
ciclo. Un caldo de cultivo que es la familia y la formación (en la apreciada
Escola d'Hostaleria de Girona).
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